17 de abril de 2014

5 pasos: 1) Olor


El vidrio de la ventana y yo, éramos uno solo. Estábamos unidos por las horas que pasaba frente a él. Afuera, llovía.
Aún sostenía la taza con mi café frío y un tanto asqueroso: lo preparé con residuos de café que había dejado en la cafetera de la cocina. Tenía moho. Pero nada de eso importaba, la taza me ayudaba a entretener mis manos, y el café caliente hacía que olvidara mis ganas de arrancar mis labios a mordidas.

Sonaba la música de la radio cuando se calló repentinamente porque se fue la corriente eléctrica en toda la cuadra. La lucha sonora era entre la lluvia sobre mi vidrio frío y el reloj de la pared que segundo a segundo me recordaba que ahí seguía (y que tú no y que todo olía a ti).
Cuando la lluvia aminoró, dejé el reloj en mi departamento, la taza con café enmohecido en el fregador  y tu olor penetrante que me estaba matando. Salí a la calle mojada. Me daba miedo encontrarte.
Caminé entre rostros y miradas. Ninguna mirada me decía algo interesante. Ningún rostro era familiar. Ninguna de todas esas voces eran hacía mí. Mis zapatos estaban ya empapados por tanta agua post lluvia que había encharcada en la calle. El humo del cigarro huía de mí tan pronto como se creaba en la punta del Marlboro. Todo lugar por el que pasaba era conocido y tenía una historia inscrita que parpadeaba. Quizá debería dejar la ciudad y volver a casa de mis padres. Cobardías aparte, no me importó sentarme sobre las bancas del parque lleno de fantasmas nuestros. Tampoco importó mucho el café (ahora sí, sin moho) que pedí en uno de nuestros lugares recurrentes.
***
Anochecía, y los olores de la lluvia recién caída, de los árboles del parque y de la ciudad limpia eran horriblemente hermosos. Por primera vez en mucho tiempo, me di cuenta de que desapareció tu olor. Emocionado, absorbí todo ese olor mezclado, quise juntarlo en mis bolsillos y me lo robé de ahí, se lo robé a todos.
Con los bolsillos y mi chamarra completamente llenos de aquel olor de la ciudad, me eché a correr a casa. Pasé las cuadras de siempre y mientras corría por ellas, sonreía. Había encontrado una manera de borrar tu rastro.
Subí las escaleras tan rápido y abruptamente que ni pude cerrar la puerta del edificio. Casi ruedo por las escaleras del tercer piso y por poco piso al gato de los vecinos.
Abrí con rudeza la puerta del departamento 505 y me introduje en su oscuridad. Estaba demasiado exaltado y me urgía sacar todo ese olor de mis bolsillos... Lo deposité en cada rincón de mi casa, lo rocié en mi cama ¡oh, sí, en mi cama! Sólo quería que desapareciera cualquier rastro de ti, que se borrara lo que habías dejado. Ese maldito olor.
Terminé, ya no tenía más olor en mis bolsillos para sacar... Estaba cansado. Muy cansado.
Caí en mi cama, exhausto. Miraba el techo y mientras mis ojos se cerraban sólo pensaba triunfante en una sola cosa: Tu olor ha desaparecido...

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