Adiós

De pronto, no coges la taza de café como de costumbre. Por vez primera, después de años, veo que la tomas por su oreja y no la abrazas con toda tu mano cual vaso fuera; pese a que siempre te quemaba lo caliente del café, era tu costumbre, tu ritual...

Estás sentada sobre tu revista preferida, la que te sometía todas las noches a sus letras, la que devorabas cada quincena, la que guardabas en tu bolsa de mano "por si se ofrecía la lectura" como decías, la que regresabas al estante del quiosco si tenía algún imperfecto, ahora, éso es lo de menos. Estás demasiado ocupada tranquilizando mis latidos...

Tu voz está apagada. Me recuerda a la vez que falleció tu padre y lloraste por semanas... Lloramos. No hablabas. En tu voz no había más que palabras. Como ahora; palabras que duelen...

Me miras con una especie de lástima, aprecio y dolor. No sé qué prefiero. Me observas como la ocasión en que fracasé en mi primer trabajo, lo que me costó el despido. Ahí estuviste, junto a mí...

Dices mucho. Una cosa y otra...

Usas la maleta verde que llevaste a nuestro viaje por el sur. Volviste a sostener los cierres con el mismo cordón que te di aquella vez...

Llevas la blusa con la cara impresa de Tom Waits (de quien ya empacaste sus vinilos) que te regaló tu hermano en navidad, hace 5 años ...

Te dije que cambiaras de zapatos deportivos, ésos ya son viejos y sucios. Desde que caímos en el fango durante nuestra caminata por la sierra hace 3 años, tus tenis dan lástima. Supongo que los estás usando porque tu caminata será larga y sin rumbo... ¿A dónde vas?, insisto...

Sueltas una lágrima. Como la primera vez que me dijiste 'Te amo'...

Sales por esa puerta con todas las cosas que trajiste más una... Mi cordura.

Quizá no te diste cuenta, pero llevas en esa caja mi libro de Cortázar. Yo pienso que lo haces con la intención de robarme mi única manera de viajar por París...

Cierras la puerta y se oyen tus pasos por el pasillo.

Gracias por todo, hasta pronto.

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